martes, 10 junio 2025
Por: Juan Manuel Esquivel Gutierrez
Explosiones, asesinatos y hostigamientos marcan una escalada violenta sin precedentes en el Cauca y Valle del Cauca. Al menos un muerto y nueve heridos se reportan en Cali.
Una ola de violencia sin precedentes sacude el suroccidente colombiano. En las últimas horas, ataques con explosivos, asesinatos selectivos y hostigamientos a la fuerza pública han dejado un saldo de un policía muerto y al menos nueve heridos en Cali, además de un clima de temor en varios municipios de Cauca y Valle del Cauca. El hecho más reciente y emblemático fue el asesinato de un policía en Caloto, Cauca, por un francotirador, en medio de un "plan pistola". Esta situación ha generado una profunda preocupación en la población y las autoridades.
Los ataques se han concentrado en varias ciudades, incluyendo Cali, donde tres explosiones simultáneas afectaron la estación de Policía de Meléndez, el CAI de Manuela Beltrán y el sector de Los Mangos. En Palmira se logró desactivar explosivos en cilindros, mientras que en Jamundí se neutralizó un artefacto en la avenida Sachamate y se investiga otro en el puente de Guachinte. La presencia de grupos armados ilegales, presuntamente disidencias de las FARC, ha sido confirmada en la vía a Corinto y en zonas rurales como Toribío y Timbiquí. La Alcaldía de Cali ha llamado a la calma y a la responsabilidad en la difusión de información.
Aunque aún no hay un pronunciamiento oficial completo sobre las motivaciones detrás de esta escalada de violencia, se especula con un posible aumento de la disputa territorial entre grupos armados ilegales por el control de rutas del narcotráfico y la minería ilegal. La información disponible indica el uso de carros bomba, granadas, cilindros explosivos y motobombas, lo que revela una capacidad operativa significativa por parte de los grupos responsables. La confirmación de la presencia de disidencias de las FARC en algunos de los ataques agrava la situación y complica la resolución del conflicto.
La respuesta de las autoridades ha sido el refuerzo de la presencia militar y policial en las zonas afectadas, así como el inicio de investigaciones para dar con los responsables. El cierre preventivo de varios CAI en Popayán demuestra la gravedad de la situación y la preocupación por nuevos ataques. Esta escalada violenta requiere una respuesta inmediata y contundente, que incluya no solo la acción policial, sino también estrategias de desarrollo social y económico que atajen las causas profundas de la violencia en la región. La falta de oportunidades y la presencia histórica de grupos armados han generado un círculo vicioso de violencia que urge romper.
La crisis humanitaria que se está generando en el suroccidente colombiano exige una respuesta integral que combine acciones de seguridad con medidas sociales para fortalecer la institucionalidad y garantizar la seguridad de la población civil. La coordinación entre autoridades, comunidades y organizaciones sociales es crucial para mitigar los efectos de esta ola de violencia y reconstruir la confianza en las instituciones. La escalada de violencia pone de relieve la fragilidad de la paz en estas zonas y la urgente necesidad de políticas públicas que aborden de manera efectiva las causas de la violencia y promuevan el desarrollo en el suroccidente.
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